Don José Chávez, es un señor solitario, sin hijos, sin esposa, sin parientes cercanos… jubilado. Sin embargo, apenas lo conocí, supe que no era un señor golpeado por la vida, muy por el contrario, él saludaba amablemente a sus vecinos y al concerje del edificio donde vive. Aún así, no pudo evitar emocionarse cuando escuchó el motivo de mi visita.
Nuestra empresa, encargada de administrar las pensiones de millones de Chilenos, había iniciado una campaña inédita en nuestro país y solicitó voluntarios: (https://youtu.be/6nHsxUQZDwM) mi decepción fue que aunque postulé, no fui seleccionado. La campaña fue todo un éxito, y la empresa decidió repetirla el mes siguiente y ampliarla a más beneficiarios y esta vez sí pude participar. Fue así como se me asignó la tarea de llevarle el dinero de su pensión a Don José, quien no había podido cobrarla a causa de la Pandemia.
Cuando le expliqué a don José, resumidamente obvio, entendió que había un enorme esfuerzo humano, en llevarle cada peso directo a su puerta, no tan solo mio sino el de todos quienes trabajan en el backend y frontend de nuestra empresa. Pero había otro problema, al estar solo y no tener los medios necesarios, no iba a poder bancarizarse, lo que significaba que el siguiente mes podría volver a tener problemas para recibir su pensión. Intenté ofrecerle todas las alternativas posibles, para que no tuviera que salir de casa, hasta me ofrecí como compañero si así lo necesitaba, pero yo no esperaba que esa fuera la gota que terminó de quebrar a Don José. Con lágrimas en los ojos agradeció cada gesto por ayudarle.
Mi sorpresa fue mayor cuando un día me llamó por teléfono, no para pedirme ayuda, sino sólo para saludar, saber cómo he estado junto a mi familia, y sentir, aunque sea un momento breve, la conexión que nos hace sentirnos humanos, empáticos con nuestro entorno, con nuestra comunidad, dueños de las decisiones que nos permiten ser libres para ayudar y complacer al prójimo, aunque sólo fuera con un breve saludo.
Él es don José, un amable señor que a sus 86 años, me ha enseñado, que un simple gesto puede calar hondo en una persona, y que no importa siquiera la soledad, somos libres de ser personas involucradas con nuestro entorno.