25 Jun 2021

Y que sean mucho más

FERNANDO RODRIGUEZ LOPEZ from Generali EspañaS.A. de Seguros y Reaseguros

Voy en el tren, camino a la Territorial. Esta tarde me entregan la placa de los veinticinco años en la empresa. ¿Quién me iba a decir a mi hace ese tiempo que ese momento iba a llegar? Aún recuerdo a mi abuela cuando le conté que empezaba a trabajar en Banco Vitalicio, me dijo:

-¡Qué bien! Un banco. Ya para toda la vida.

-No, abuela. No es un banco, es una compañía de seguros.

-Bueno, pero te quitas el frío.

Esa era su obsesión, que yo no pasara frío. Con esa retahíla empezaba su historia.

-Tu abuelo pasaba mucho frío en los trenes, y tus tíos también.

– Ya, abuela, yo también lo he pasado -intentaba meter baza en su monólogo.

-Y nosotros, cuando el estraperlo, frío y mucho sacrificio, pero hambre nunca.

Entonces ya no la paraba nadie, con los cambios de judías por azúcar, de arroz por pan o de trigo por aceite. El final siempre era el mismo.

-Menos mal que tu abuelo conoció a don Julián, el de los seguros.

-Pues por eso te lo he dicho, abuela. Que voy a trabajar en lo mismo que don Julián.

-¡Si ya se jubiló!

-Sí, pero la compañía es la misma.

-Mira que era buena persona, y cómo nos ayudó.

En efecto, era el delegado de Generali en nuestra provincia y mi abuelo, que sobre todo era muy hábil, le hacía de avisador. En aquellos años, lo de ser agente apenas se conocía.

Aún los recuerdo ajustando las cuentas, las sumas arrastrando los sumandos, y todo de cabeza. Qué capacidad para los números. Al final, siempre terminaban con un vaso de vino.

Cuando don Julián se marchaba, mi abuelo me explicaba que solo hacía lo elemental, y si había algo complicado, venía él. Incluso una vez vino un inspector de Madrid para un seguro de vida muy grande que se hizo don Cesáreo, el farmacéutico de la plaza.

Eran años duros, pero mi abuelo consiguió sacar a su familia y mantenerla con suficiente holgura. En ello ayudó la relación con don Julián y la compañía de este: Generali.

Ahora, después de media vida trabajando en mi empresa, porque aunque somo peones, yo la considero mi empresa, me siento muy orgulloso de pertenecer a su plantilla.

También han sido años duros, tramitando siniestros, en la calle con la venta, y detrás de una mesa como técnico y atendiendo al público. Pero siempre con ilusión y llegar al final del día con el deber cumplido, la satisfacción de haberlo hecho lo mejor posible y la conciencia muy tranquila.

Los años te dan el poso de ver las cosas con otro punto de vista, la experiencia resuelve casi todas las situaciones y si muestras interés, cada día se aprende algo nuevo que utilizar en tu trabajo.

Como empresa de servicios, nuestro cliente espera que se le resuelvan sus problemas y, conseguir eso, o por lo menos que el asegurado se lleve esa sensación, es la recompensa.

Queremos a un cliente para siempre, de por vida pregonamos ahora, y nos esforzamos en conseguirlo, pero eso es algo que se ha hecho desde siempre. ¿Cómo si no iba a llevar esta empresa ciento noventa años entre las más punteras de Europa?

¡Vaya!, he empezado divagando con mi inicio en esta casa y casi termino recitando el decálogo de buenas costumbres. Estoy llegando a la estación y, sin embargo, espero que mi viaje pueda continuar muchos años más, para ayudar y aportar la experiencia acumulada. Aún queda un trecho importante en la vía del trabajo para seguir sumando.

Porque es importante no pasar frío, pero aún más, saber que quien te ayuda es la misma compañía que le echó una mano a mi abuelo y su familia cuando realmente lo necesitaba.

 

FRL / abril-2021